Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories - novelonlinefull.com
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Notose entonces que _Manuel_, el nuevo miguelete, dio un retemblido y retrocedio un poco, como para oculta.r.s.e detras de sus companeros...
Al propio tiempo _Heredia_ fijo en el sus ojos; y dando un grito y un salto como si le hubiese picado una vibora, arranco a correr hacia la calle de San Jeronimo.
_Manuel_ se echo la carabina a la cara y apunto al gitano...
Pero otro miguelete tuvo tiempo de mudar la direccion del arma, y el tiro se perdio en el aire.
--Esta loco! _Manuel_ se ha vuelto _loco_! Un miguelete ha perdido el juicio!--exclamaron sucesivamente los mil espectadores de aquella escena.
Y oficiales, y sargentos, y paisanos rodeaban a aquel hombre, que pugnaba por escapar, y al que por lo mismo sujetaban con mayor fuerza, abrumandolo a preguntas, reconvenciones y dicterios, que no le arrancaron contestacion alguna.
Entretanto _Heredia_ habia sido preso en la plaza de la Universidad por algunos transeuntes, que, viendole correr despues de haber sonado aquel tiro,{43-1} lo tomaron por un malhechor.
--Llevadme a la Capitania general! (decia el gitano.) Tengo que hablar con el Conde del Montijo!
--Que Conde del Montijo ni que nino muerto!{43-2} (le respondieron sus aprehensores.)--Ahi estan los migueletes, y ellos veran lo que hay que hacer con tu persona!
--Pues lo mismo me da... (respondio Heredia)--Pero tengan Vds. cuidado de que no me mate _Parron_...
--Como _Parron_?... Que dice este hombre?
--Venid y vereis.
Asi diciendo, el gitano se hizo conducir{43-3} delante del jefe de los migueletes, y senalando a Manuel, dijo:
--Mi Comandante, ese es _Parron_, y yo soy el gitano que dio hace quince dias sus senas al Conde del Montijo!
--_Parron_! _Parron_ esta preso! Un miguelete era _Parron_...!--gritaron muchas voces.
--No me cabe duda... (decia entretanto el Comandante, leyendo las senas que le habia dado el Capitan general.)--a fe que hemos estado torpes!--Pero a quien se le hubiera ocurrido buscar al capitan de ladrones entre los migueletes que iban a prenderlo?
--Necio de mi! (exclamaba al mismo tiempo _Parron_, mirando al gitano con ojos de leon herido): es el unico hombre a quien he perdonado la vida! Merezco lo que me pasa!
a la semana siguiente ahorcaron a _Parron_.
c.u.mpliose, pues, literalmente la _buenaventura_ del gitano...
Lo cual (dicho sea para concluir dignamente) no significa que debais creer en la infalibilidad de tales vaticinios, ni menos que fuera acertada regla de conducta la de _Parron_, de matar a todos los que llegaban a conocerle...--Significa tan solo que los caminos de la Providencia son inescrutables para la razon humana;--doctrina que, a mi juicio, no puede ser mas ortodoxa.
EL VOTO
POR DOnA EMILIA PARDO BAZaN{45-1}
Sebastian Becerro dejo su aldea a la edad de diez y siete anos, y embarco con rumbo a Buenos Aires, provisto, mediante varias oncejas ahorradas por su tio el cura, de un recio paraguas, un fuerte chaqueton, el pasaje, el pasaporte y el certificado falso de halla.r.s.e libre de quintas--que, con arreglo a tarifa, le facilitaron donde suelen facilita.r.s.e tales doc.u.mentos.
Ya en la travesia, le salieron a Sebastian amigos y valedores. Llegado a la capital de la Republica Argentina, diriase que un misterioso talisman--acaso la higa de azabache que traia al cuello desde nino{45-2}--se encargaba de removerle obstaculos. Admitido en poderosa casa de comercio, subio desde la plaza mas infima a la mas alta, siendo primero el hombre de confianza, luego el socio, por ultimo el amo. El rapido enc.u.mbramiento se explicaria--aunque no se justificase--por las condiciones de hormiga de nuestro Becerro, hombre capaz de extraer un billete de Banco de un guardacanton. Tan vigorosa adquisividad--unida a una probidad de automata y a una laboriosidad mas propia de maquinas que de seres humanos--daria por si sola la clave de la estupenda suerte de Becerro, si no supiesemos que toda planta muere si no encuentra atmosfera propicia. Las circunstancias ayudaron a Becerro, y el ayudo a las circunstancias.
Desde el primer dia vivio sujeto a la monastica abstinencia del que{46-1} concentra su energia en un fin esencial. Joven y robusto ni volvio la cabeza para oir la melodia de las sirenas posadas en el escollo.{46-2} Lenta y dura compresion atrofio al parecer sus sentidos y sentimientos. No tuvo suenos ni ilusiones; en cambio tenia una esperanza.
Quien no la adivina? Como todos los de su raza, Sebastian queria volver a su nativo terruno, fincar en el y deberle el descanso de sus huesos. a los veintidos anos{46-3} de emigracion, de terco trabajo, de regularidad maniatica, de vida de topo en la topinera, el que habia salido de su aldea pobre, mozo, rubio como las barbas del maiz y fresco lo mismo que la planta del berro en el regato, volvia opulento, cuarenton, con la testa entrecana y el rostro marchito.
Fue la travesia--como al emigrar--placida y hermosa, y al murmullo de las olas del Atlantico, Sebastian, libre por vez primera de la diaria esclavitud del trabajo, sintio que se despertaban en el extranos anhelos, aspiraciones nuevas, vivas, en que reclamaba su parte alicuota la imaginacion. Y a la vez, viendose rico, no viejo, dueno de si, caminando hacia la tierra, dio en una cavilacion rara, que le fatigaba mucho: y fue que se empeno en que la Providencia, el poder sobrenatural que rige el mundo, y que hasta entonces tanto habia protegido a Sebastian Becerro, estaba cansado de protegerle, y le iba a zorregar disciplinazo firme, con las de{46-4} alambre: que el barco embarrancaria a la vista del puerto, o que el, Sebastian, se ahogaria al pie del muelle, o que cogeria un tabardillo pintado, o una pulmonia doble.
De estas aprensiones suele padecer el que se acerca a la dicha esperada largo tiempo. Y con supersticion a.n.a.loga a la que obligo al tirano de Samos{47-1} a echar al mar la rica esmeralda de su anillo, Sebastian, deseoso de ofrecer expiatorio holocausto, ideo ser la victima, y reprimiendo antojos que le asaltaron al fresco aletear de la brisa marina y al murmullo musical del oleaje, si habia de prometer al Destino construir una capilla, un asilo, un manicomio, hizo otro voto mas original, de superior abnegacion: casa.r.s.e sin remedio con la soltera mas fea de su lugar. Solemnizado interiormente el voto, Sebastian recobro la paz del alma, y acabo su viaje sin tropiezo.
Cuando llego a la aldea, poniase el sol entre celajes de oro; la campina estaba muda, solitaria e impregnada de suavisima tristeza; todo lo cual es parte a sacar chispas de poesia de la corteza de un alcornoque, y no se si pudo sacar alguna del alma de Sebastian. Lo cierto es que en el recodo del verde sendero encontro una fuente donde mil veces habia bebido siendo rapaz, y junto a la fuente una moza como unas flores, alta, blanca, rubia, risuena; que el caminante le pidio agua, y la moza, aplicando el jarro al cano de la fuente, y sosteniendolo despues, con biblica gracia, sobre el brazo desnudo y redondo, lo inclino hasta la boca de Sebastian, encendiendole el pecho con un sorbo de agua fria, una sonrisa deliciosa y una frase p.r.o.nunciada con humildad y carino: Beba, senor, y que le sirva de salu.{47-2}
Siguio su camino el indiano, y a pocos pasos se le escapo un suspiro, tal vez el primero que no le arrancaba el cansancio fisico; pero al llegar al pueblo recordo la promesa, y se propuso buscar sin dilacion a su ferostica prometida y casa.r.s.e con ella, asi fuese el coco. Y, en efecto, al dia siguiente, domingo, fue a misa mayor y paso revista de getas, que las habia{48-1} muy negruzcas y muy dificultosas, tardando poco en divisar, bajo la orla abigarrada de un panuelo amarillo, la caratula j.a.ponesa mas horrible, los ojos mas bizcos, la nariz mas roma, la boca mas b.e.s.t.i.a.l, la tez mas curtida y la pelambrera mas cerril que vieron los siglos; todo acompanado de unas manos y pies como paletas de lavar y de una gentil corcova.
Sebastian no dudo ni un instante que la monstruosa aldeana fuese soltera, solterisima, y no digo solterona, porque la suma fealdad, como la suma belleza, no permite el calculo de edades. Cuando le dijeron que el espantajo estaba a merecer, no se sorprendio poco ni mucho, y vio en el caso lo contrario que Policrates en el hallazgo de su esmeralda al abrir el vientre de un pez: vio el perdon del Destino, pero... con sancion penal: con la fea de veras, la fea expiatoria. Esta fea--penso--se ha fabricado para mi expresamente, y si no cargo con ella, habre de arruinarme o morir.
Lo malo es que a la salida de misa habia visto tambien el indiano a la nina de la fuente, y no hay que decir si, con su ropa dominguera y su cara de pascua, y por la fuerza del contraste, le parecio bonita, dulce, encantadora, maxime cuando, bajando los ojos y con mimoso dengue, la moza le pregunto si hoy no queria _aguina_ bien fresca. Vaya si la queria! Pero el hado, o los hados (que asi se invocan en singular como en plural) le obligaban a beber veneno, y Sebastian, hecho un heroe, entre el asombro de la aldea y las bascas del propio espanto, se informo de la feona, pidio a la feona, encargo las galas para la feona y aviso al cura y preparo la ceremonia de los feos desposorios...
Acaecio que la vispera del dia senalado, estando Sebastian a la puerta de su casa, que proyectaba transformar en suntuoso palacete, vio a la nina de la fuente que pasaba descalza y con la herrada en la cabeza. La llamo, sin que el mismo supiese para que, y como la moza entrase{49-1} al corral, de repente el indiano, al contemplarla tan linda e indefensa--pues la mujer que lleva una herrada no puede oponerse a demasias--la tomo una mano y la beso, como haria algun galan del teatro antiguo. Riose la nina, turbose el indiano, ayudola a posar la herrada, hubo palique, preguntas, exclamaciones, vino la noche y salio la luna, sin que se interrumpiese el coloquio, y a Sebastian le parecio que en su espiritu no era la luna, sino el sol de Mediodia lo que irradiaba en oleadas de luz ardorosa y fulgente...
--Senor cura--dijo pocas horas despues al parroco, yo no puedo casarme con _aquella_, porque esta noche sone que era un dragon y que me comia.
Puede creerme, que lo sone.
--No me admiro de eso--respondio el parroco reposadamente. Ella dragon no sera,{49-2} pero se le asemeja mucho.
--El caso es que tengo hecho voto. a V. que le parece? Si le regalo la mitad de mi caudal a esa fiera, quedare libre?
--Aunque no le regale V. usted sino la cuarta parte, o la quinta. Con dos reales que la de para sal!{50-1}...
Sin duda el cura no era tan supersticioso como Becerro, pues el indiano, a pesar de la interpretacion latisima del parroco, antes de casa.r.s.e con la bonita hizo donacion de la mitad de sus bienes a la fea, que salio ganando:{50-2} no tardo en encontrar marido muy apuesto y joven. Lo cual parece menos inverosimil que el desprendimiento de Sebastian. Verdad que este era fruto del miedo.
LA BARCA ABANDONADA
POR DON VICENTE BLASCO IBanEZ{51-1}
Era la playa de Torresalinas, con sus numerosas barcas en seco, el lugar de reunion de toda la gente marinera. Los chiquillos, tendidos sobre el vientre, jugaban a la _carteta_ a la sombra de las embarcaciones; y los viejos, fumando sus pipas de barro traidas de Argel, hablaban de la pesca o de las magnificas expediciones que se hacian en otros tiempos a Gibraltar y a la costa de africa, antes que al demonio se le ocurriera{51-2} inventar eso que llaman la Tabacalera.
Los botes ligeros, con sus vientres blancos y azules y el mastil graciosamente inclinado, formaban una fila avanzada al borde de la playa, donde se deshacian las olas y una delgada lamina de agua brunia el suelo, cual si fuese de cristal; detras, con la embetunada panza sobre la arena, estaban las negras barcas del _bou_, las parejas que aguardaban el invierno para lanza.r.s.e al mar, barriendolo con su cola de redes; y en ultimo termino los laudes en reparacion, los abuelos, junto a los cuales agitabanse los calafates, embadurnandoles los flancos con caliente alquitran, para que otra vez volviesen a emprender sus penosas y monotonas navegaciones por el Mediterraneo; unas veces a las Baleares con sal, otras a la costa de Argel con frutas de la huerta levantina, y muchas con melones y patatas para los soldados rojos de Gibraltar.
En el curso de un ano, la playa cambiaba de vecinos; los laudes ya reparados se hacian a la mar y las embarcaciones de pesca eran armadas y lanzadas al agua; solo una barca abandonada y sin arboladura permanecia enclavada en la arena, triste, solitaria, sin otra compania que la del carabinero que se sentaba a su sombra.
El sol habia derretido su pintura; las tablas se agrietaban y crujian con la sequedad, y la arena, arrastrada por el viento, habia invadido su cubierta. Pero su perfil fino, sus flancos recogidos y la gallardia de su construccion, delataban una embarcacion ligera y audaz, hecha para locas carreras, con desprecio a los peligros del mar. Tenia la triste belleza de esos caballos{52-1} viejos que fueron briosos corceles y caen abandonados y debiles sobre la arena de la plaza de toros.
Hasta de nombre carecia. La popa estaba lisa y en los costados ni una senal del numero de filiacion y nombre de la matricula, un ser desconocido que se moria entre aquellas otras barcas orgullosas de sus pomposos nombres, como mueren en el mundo algunos, sin desgarrar el misterio de su vida.