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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 23

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Sin calma.r.s.e un momento la agitacion de la gente de tierra, los marineros que aun quedaban en ella fueron poco a poco pasando a la lancha: el ultimo entro el Tuerto, despues de haber dado un estrecho abrazo a su padre y a su vecino, que le acompanaron hasta la orilla.

Nada quedaba de comun, sino el corazon, entre los embarcados y la gente de tierra. El servicio de la patria era el arbitro de la vida y de la libertad de los primeros, durante cuatro anos, a contar desde aquel momento; y ante deber tan alto, tenian que romperse los lazos de la familia y los de la amistad.

Los remos habian tocado ya el agua, y aun permanecia la lancha atracada a la rampa, y sujeta a ella por un cabo que tenia entre sus manos, por el extremo de tierra, un viejo patron que contemplaba atonito la escena.

--Suelte!--le dijeron desde la lancha mas de una vez, con debil y tremula voz.

Pero el viejo patron, o no oyo las advertencias, o se hizo sordo a ellas, que es lo mas probable, por disfrutar algunos instantes mas de la presencia de sus companeros.



--Que suelte!--le volvieron a repetir mas alto.

Y nada: el viejo, clavado como una estatua a la orilla del mar, no solto el cabo.

Pero el Tuerto, a quien el llanto de su padre y el recuerdo de sus hijos estaban martirizandole el alma, temiendo ceder al cabo al peso de la afliccion que ya enturbiaba sus ojos, al ver el poco efecto que en el patron habian hecho las ordenes anteriores,

--Larga!--grito con ruda y tremenda voz, dominando con ella los alaridos de tierra, y fijando su torva mirada en el viejo marino.

este obedecio instantaneamente; el cabo cayo al agua, crujieron los remos, oyose un adios! infinito, indescriptible; y la lancha se deslizo hacia San Martin,{180-1} en cuyas aguas esperaba, humeando, un vapor que habia de recoger a los pasajeros de ella.

En instante tan supremo, las mujeres que quedaban a la orilla redoblaron sus lamentos, abrazaron a sus hijos, a sus padres, a sus hermanos, a sus amigos, y se confundieron todos en un solo torrente de lagrimas.

Hay situaciones, lector amigo, que no a todos es dado describir, y esta es una de ellas. Para sentirla, basta un buen corazon como el tuyo y el mio; para pintarla con su verdadero colorido, se necesita la fresca imaginacion de un poeta, y yo no la tengo.

Recuerdo que, dos anos ha, mi amigo Eduardo Bustillo, el inspirado cantor de nuestras glorias nacionales, delante de una escena identica a la que voy describiendo, desde el mismo sitio, acaso sobre la misma piedra que yo, lloro con su alma las penas de las pobres familias a quienes una leva sumia en el abismo de todos los dolores, y puso en labios de una esposa desvalida estas palabras sencillas, pero tiernas y elocuentes:

--Mi pobre nina inocente el amor perdido siente.

Mas ya, quien pondra en mis manos su pan y el de sus hermanos?

Ay, Senor!

que en mi profundo dolor presiento males prolijos; que en este afan angustioso, _lloro, mas que por mi esposo, por el padre de mis hijos._

Supla esta bella estrofa las frases que yo no encuentro para pintar la desolacion de aquella escena. Se lloraba al padre, al esposo, al hijo, que se iban, quiza para siempre; pero que, al irse, se llevaban el pan de los que se quedaban!

Cual seria la base de todas mis meditaciones, se adivina facilmente; que remedio fue el primero que se me ocurriera para evitar males tan considerables como el que deploraba entonces, no debo decirlo aqui por dos razones: la primera, porque en mi buen deseo puedo equivocarme; y la segunda, porque, aunque acierte, no se ha de hacer caso alguno de mi teoria en las altas regiones donde se elabora la felicidad de los nietos del Cid.{181-1} Pobre pintor de costumbres,{181-2} atengome a mi oficio: copiarlas como Dios me da a entender y hasta grabarlas en mi corazon.

Por eso, mientras expongo este bosquejo a la consideracion de los hombres _que pueden_,{181-3} dado que se dignasen echar sobre el una mirada, puesta mi esperanza en Dios, que es la mayor esperanza de los desgraciados, me limito a exclamar, desde el fondo de mi corazon, con mi tierno amigo Bustillo:

Ay, SEnOR!

Pues la ley en su rigor los afectos no concilia, haz que los hombres se hermanen, porque al luchar no profanen el amor de la familia.

UN ALMA

POR DON RICARDO FERNaNDEZ GUARDIA{182-1}

(Costa Rica)

La llamabamos Tia Juana. Era una viejecita enjuta y pequena, de raza india casi pura, que andaba ligero y menudito con un ruido de ropas muy almidonadas. Habia nacido en Ujarraz donde vivio hasta la muerte de su madre, ocurrida poco antes de la despoblacion de este lugar insalubre, decretada en 1833 por D. Jose Rafael de Gallegos. Huerfana tambien de padre, sin proteccion de parientes ni de amigos, las autoridades tuvieron que buscarle acomodo, y asi le cupo en suerte ir a parar a casa de una tia de mi madre, senora princ.i.p.al y rica que la tomo bajo su amparo.

Podria tener a la sazon catorce anos, pero nadie la hubiera dado mas de diez, tan chiquitina y flacucha era. Bien que fea, su fisonomia abierta y la mirada dulcisima de sus ojos negros predisponian a su favor. Mi tia, naturalmente bondadosa, p.r.o.nto la tuvo carino, viendola tan infeliz y desvalida, y a su vez la indita, aunque algo zaharena como todos los de su raza, se mostraba con ella muy reconocida. Cierta gracia insinuante de animalito salvaje que tenia le ganaba todas las voluntades, de modo que habiendo llegado la ultima, vino a ser la predilecta entre las cuatro entregadas[Q] de que se componia la servidumbre femenil de la casa. Muy rezadora por temperamento, esta circunstancia acabo de conquistarle la benevolencia de mi tia, senora en extremo devota y dada a practicas religiosas, que rezaba todas las noches el rosario antes del chocolate, en medio de la familia reunida con este piadoso fin.

a la sombra de aquella casa patriarcal fue creciendo la pequena Juana, no solo de cuerpo, sino tambien en virtudes hasta llegar a ser una especie de sant.i.ta. Su fervor se traducia en interminables oraciones que mascullaba al paso que atendia a sus quehaceres, y para ella no habia felicidad como ir a la iglesia. Otro efecto de su ardiente celo religioso era la aversion que le inspiraban los hombres, en quienes veia otras tantas encarnaciones del espiritu maligno y anagazas del pecado.

Su castidad arisca se sublevaba a la menor insinuacion, se ofendia de una simple sonrisa. Con su venida a la casa terminaron las bromitas y retozos de las entregadas con los criados, lo que al principio le atrajo enemistades en la servidumbre; pero como era tan servicial y tan buena, acabo por ser querida y respetada de todos.

Pasaron anos. Sus companeras fueron una tras otra desamparando la casa, la una porque encontro marido, la otra para ir a busca.r.s.e la vida en otro lado; ella sola continuo sirviendo a mi tia con una fidelidad canina, hasta la muerte de la buena senora. Cuando acontecio esta desgracia, no quiso por nada de este mundo separa.r.s.e de la familia, bien que su ama la habia legado haber de sobra para vivir independiente.

Tal como yo la recuerdo era ya muy vieja. Vivia en casa de otra de mis tias, hermana de mi madre, mas como una parienta querida que en calidad de criada. En realidad ya no lo era, porque no tenia mas obligaciones que las que ella misma queria imponerse, limitandose estas a vigilar el servicio y mantener el orden, para lo cual su presencia era bastante, tales eran el respeto y el afecto que le profesaba la servidumbre, que dio en llamarla carinosamente Tia Juana, nombre que no tardo en generaliza.r.s.e.

La viejecita se vivia las horas muertas en la iglesia rezando, barriendo y comadreando, porque la pobre habia concluido por ingresar en el batallon augusto de las beatas y ratas de la iglesia. a las cinco de la manana se iba para misa, oyendo unas cuantas seguidas hasta la hora del desayuno; y como el templo estaba cercano, el dia entero se lo pasaba en idas y venidas hasta el toque de oraciones, despues del cual el sacristan cerraba las puertas. Volvia entonces a casa y aun me parece verla en un rincon obscuro de la cocina, sentada sobre una canoa[R] con su sarta de escapularios resaltando sobre la piel morena y arrugada del pecho, que descubria el escote del traje. a la hora de la cena ella misma preparaba su chocolate, batiendolo cuidadosamente con un clis clas producido por el choque de una sortijita de oro y carey contra el mango del molinillo. Despues se sentaba con la jicara entre las piernas y lentamente saboreaba la bebida, interrumpiendose a ratos para reprender a las muchachas cuando no hacian las cosas como Dios manda, porque no las toleraba frangolladas, gustandole mucho primor en todo.

Yo nunca fui persona de su agrado. En primer lugar por mi s.e.xo, con el cual jamas pudo reconcilia.r.s.e; despues a causa de mi precoz impiedad, que la escandalizaba sobre manera. Una picardia que le hice acabo de perderme en su animo. Entre las numerosas imagenes que adornaban su cuarto, la viejecita reverenciaba muy en particular un san Antonio de talla, recuerdo de mi tia y muy milagroso, segun fama, pues no habia objeto perdido que no pareciese en cuanto le encendian una candela. El santo, obra de un artista ingenuo, habitaba en una urna de hojalata con portezuela de vidrio. Alli lo fui a buscar un dia para ponerle sobre la tonsurada cabeza un cucurucho de papel azul, que le daba cierto airecito de astrologo o nigromante. Cuando Tia Juana echo de ver el atentado, fuego de Dios! la que se armo.{185-1} Las sospechas cayeron desde luego sobre mi, pues cual otro era capaz de semejante irreverencia? En muchos dias no pude volver a casa de mi tia, justamente encolerizada por esta infernal travesura; y a fe que tenia razon la senora, porque debo confesar que era yo un nino muy enrevesado.

Por mas que lo procure, no me fue posible evitar las consecuencias de mi perversidad. Apenas se encontro conmigo la propietaria del santo, me puso verde en una su{185-2} jerigonza salvajina que le servia de idioma, unico resabio que le quedaba del tiempo que vivio entre los indios sus hermanos. Esto es lo que sacan con esta mentada _cevilacion_, que los muchachos sean herejes y no respeten las cosas santas... _Agorita mesmo te reclaras, gu sos_ cristiano, _gu sos_{186-1} judio...;[S] y por el estilo. Aquello fue tremendo, la viejecita echaba fuego y la reprobacion de mi conducta era unanime.

En lo sucesivo tuve muchas veces ocasion de arrepentirme de haber provocado las iras de Tia Juana. Jamas me perdono el desacato para con el gran santo portugues, y me lo hizo expiar duramente excluyendome de las golosinas y primores que solia hacer a menudo, aunque para ser veridico debo confesar que casi siempre lograba yo burlar su vigilancia.

El misticismo de la viejecita fue creciendo cada vez mas con la avanzada edad. Durante sus largos rezos nocturnos comenzo a tener extranas alucinaciones. Una noche sintio pasos muy quedos cerca de su cama; luego un aliento helado sobre el rostro, al par que una voz sepulcral murmuraba en las tinieblas: Que frio tengo! Encendio la vela creyendo que seria la criada que en el mismo cuarto dormia; pero al ver a esta reposando tranquila, se puso a rezar con toda calma por el anima cuya visita acababa de recibir.

La pureza de su alma, la bondad de su corazon le impidieron caer en los aborrecibles defectos de la gente mojigata. No gustaba de murmuraciones ni de chismes, y jamas tomo parte a favor ni en contra de las distintas camarillas que se disputaban con ensanamiento el predominio de la sacristia. Era una beata del tercero o cuarto orden, muy sincera y humildita, siempre dispuesta a obedecer sin replica los mandatos de las de alta categoria, casi todas senoras muy autoritarias y gazmonas, que hacian y deshacian a su antojo.

Era frecuente encontrarla en la calle llevando y trayendo floreros y candelabros para adornar los altares, y en visperas de las grandes fiestas no volvia a salir de la iglesia ni para comer, afanada como una hormiga en los preparativos de la solemnidad. Pero asi gozaba despues, extasiandose en la contemplacion del churrigueresco hacinamiento de muselinas, flores de mano y papel dorado. Se le figuraba estar delante de un pedacito de gloria, pues no de otra manera concebia su candor la bienaventuranza eterna. Para ella el cielo era algo asi como un altar inmenso y resplandeciente de luces, cundido de oro, de pedrerias, de flores y gasas, con millares de angelitos tocando violin.

Una gran pasion vino a endulzar los ultimos anos de su vida, pasion mistica que le procuraba goces inefables. Hasta el dia en que nacio este sentimiento en el misterio de su alma, nunca habia mostrado preferencia por ninguno de los clerigos que servian la parroquia; antes bien juzgaba con severidad las de sus companeras, que eran motivo de rivalidades y discordias entre partidarias del uno o del otro padre. Pero sucedio que insensiblemente se fue encarinando con uno de ellos que la mimaba mucho y le oia resignado los nimios escrupulos de su conciencia.

Lo que al principio no fue mas que simpatia, llego a ser amor vehemente, pero sublime de pureza. Toda la ternura de esposa y de madre, reconcentrada en el corazon de la viejecita, broto de p.r.o.nto como una fuente impetuosa, inundandola de felicidad. Aquel hombre, que para ella no lo era, fue objeto de una adoracion sin limites y reverenciado casi como un dios. Tia Juana conocio los mas ideales refinamientos del amor mistico, y en alas de la pasion se remonto a un mundo superior, todo poblado de visiones encantadoras. Su aspecto, su ademan, todo en ella denunciaba la completa enajenacion del animo, y su mirada se perdia en dulcisimas lejanias, llenas de ensuenos peregrinos. En un ser concentro todos sus anhelos, todas las vagas aspiraciones de su alma candorosa y primitiva, complaciendose en adornarlo con las perfecciones y bellezas que en la suya propia se anidaban. Poco a poco fue alcanzando a un estado de arrobamiento vecino del extasis, y cuando recibia la sagrada comunion de manos de su adorado, se anonadaba en un nirvana deleitoso,{188-1} que no podria compara.r.s.e con ninguno de los placeres accesibles a los comunes mortales.

Era divertido verla seguir con mirada atenta y solicita las vueltas que el padre daba dentro de la iglesia, para acudir a la menor senal de que sus servicios eran necesarios. Permanecia largas horas arrodajada en un tapiz, herencia de mi tia, esperando que terminase la confesion de los fieles, porque ella siempre se quedaba de ultima, para tener tiempo de escudrinar los mas ocultos repliegues de su conciencia, en busca de algun pecadillo olvidado que poder{188-2} llevar al tribunal de la penitencia; y es dable sospechar que mas de una vez le suministre yo el deseado pretexto. Otros ratos felices eran las tertulias en la sacristia. Disimulada en un rincon, con el rebozo echado por la cabeza, gozaba oyendo el discreteo del padre con las beatas de importancia.

Cuando este predicaba, era todavia mayor el placer; y aunque las mas de las veces no entendia los complicados conceptos de la platica, el eco de la voz amada era suficiente para llenarla de placer.

Tia Juana era demasiado creyente para tener miedo a la muerte. Al llegarle su turno la espero con serenidad, que luego se troco en alegria en el momento de entrar el viatico. Por ultima vez vio al padre con sus ojos mortales ya empanados; y cuando este salio, despues de darle el supremo consuelo de la Religion, no quiso abrirlos mas y expiro con la sonrisa en los labios.

Footnotes to Un Alma:

[Q] _Entregados_ llamamos en Costa Rica a los ninos del pueblo que por cualquier motivo confian las autoridades a familias respetables, para que los eduquen, mantengan y vistan basta su mayor edad, a trueque de los servicios que prestan en la casa. La entrega, que antes era muy frecuente, es rara hoy en dia.

[R] Especie de arca muy grande de madera, que servia antiguamente para guardar viveres.

[S] Ahora mismo lo tienes que declarar, o eres Cristiano o eres judio.

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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 23 summary

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